Aprobado en la CVI Asamblea Plenaria
Redacción ACI Prensa
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) hizo oficial este 21 de noviembre la creación del “Equipo Nacional para la Protección de Menores”, una comisión conformada por obispos, sacerdotes y laicos “especializados e independientes”.
En un comunicado, la CEM señaló que “los obispos de México somos conscientes de las graves consecuencias del abuso sexual infantil en nuestro país y de la enorme responsabilidad que todas las instituciones tenemos en el tema de la prevención y atención”.
“Es por esto que como acto prioritario y de unión con la Iglesia universal, el día 15 de noviembre, aprobamos durante la CVI Asamblea Plenaria la conformación oficial de un ‘Equipo Nacional para la Protección de Menores’”.
Este equipo, señalaron los obispos, será “coordinado por la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano”.
En diálogo con la prensa el 15 de noviembre, Mons. Alfonso Miranda, reelegido como Secretario General de la CEM, dijo que con la comisión se busca establecer “un órgano regulador, que supervise, que sirva para dar asesoría”, para atender no solo “el tema del obispo sino lo que tienen que ver con la víctima, con los victimarios, con la regulación bajo la ley mexicana y bajo también el derecho canónico, con todo el enlace con el Vaticano, con la Pontificia Comisión de Protección de Menores”.
“Queremos estar un paso adelante, queremos ser proactivos en este tema tan crucial para la Iglesia Católica a nivel mundial y también por supuesto en México”, señaló.
En el comunicado de este 21 de noviembre, la CEM señaló que esta comisión “desarrollará sus actividades, a partir de una metodología integral que atienda todos los aspectos, bajo una mirada de 360 grados. Su naturaleza será de prevención, detección, apoyo y atención en casos de abuso sexual infantil en el ámbito eclesial, particularmente en el diocesano”.
Entre sus funciones está “elaborar y mantener actualizadas las políticas, protocolos y/o manuales institucionales para la prevención y atención del abuso sexual infantil”.
También deberá “ofrecer apoyo a los obispos para la implementación de dichos instrumentos, según las circunstancias particulares y realidad de cada diócesis”.
La nueva comisión diseñará además estrategias “para la creación de ambientes seguros para menores de edad, conforme a los estándares nacionales e internacionales, así como la legislación aplicable”.
Este equipo dará a los obispos y sus equipos pastorales “asesoría jurídica, canónica y psicológica para la atención integral de casos de abuso sexual infantil cometidos por clérigos, incluyendo la necesaria atención a las víctimas de estos”.
La comisión ofrecerá también formación para sacerdotes, menores de edad y familiares sobre la prevención y atención del abuso sexual.
Entre otras funciones, el equipo de trabajo establecerá “vínculos institucionales” con organismos públicos y privados especializados en la protección de menores, para “fortalecer la cultura de la prevención y de la denuncia en todos los ámbitos”.
Por: Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco señaló que existe una “santa humillación” del hombre que es aquella que se produce cuando sus debilidades son desenmascaradas a la luz de los Mandamientos del Decálogo. Esa “santa humillación” permite al hombre ser consciente de que necesita a Dios para poder liberarse.
Francisco realizó esta reflexión en su catequesis pronunciada este miércoles 21 de noviembre durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro.
En ella, habló sobre el décimo, y último, Mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”.
El Santo Padre explicó que estas palabras no son únicamente las últimas del Decálogo, “son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, tocando el corazón de todo aquello que en ellos se nos ha mandado”.
De hecho, “si lo analizamos, no añade nada nuevo al contenido: las indicaciones ‘no desearás a la mujer ni nada que pertenezca a tu prójimo’”, como figura en la Biblia, “están latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo”.
Entonces, “¿cuál es la función de estas palabras”. Para dar respuesta a esta pregunta, Francisco comenzó explicando que hay que tener presente que “todos los mandamientos tienen la función de indicar los límites de la vida, más allá de los cuales el hombre se destruiría a sí mismo y al prójimo, estropeando su relación con Dios”.
Por lo tanto, “por medio de este último Mandamiento se subraya el hecho de que todas las transgresiones nacen de una raíz interior común: los malos deseos”.
En este sentido, recordó que el mismo Jesús lo dice: “Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.
“Así, comprendemos que todo el recorrido realizado en el Decálogo no habría tenido ninguna utilidad si no llegara hasta este nivel, el corazón del hombre. El Decálogo se muestra ahora lúcido y profundo con este aspecto: el punto de llegada de su viaje es el corazón, y si éste no se libera, el resto sirve de poco”.
Sin esa liberación del corazón, explica el Pontífice, los Mandamientos quedan como algo teórico, sin influencia real en la vida de las personas: “Los preceptos de Dios pueden quedar reducidos a la bonita fachada de una vida de esclavos y no de hijos. Con frecuencia, detrás de la máscara farisea de la corrección asfixiante se esconde algo malo no resuelto”.
Por el contrario, “debemos dejarnos desenmascarar por estos mandamientos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza para conducirnos a una santa humillación. El hombre tiene necesidad de esta bendita humillación de la cual descubre que no es capaz de liberarse solo, sino que necesita gritar a Dios para ser salvado”.
“Es inútil pensar que podemos corregirse a nosotros mismos sin la ayuda del Espíritu Santo. Es inútil pensar en purificar nuestro corazón en un esfuerzo titánico de nuestra sola voluntad. Es necesario abrirse a la relación con Dios, en la verdad y en la libertad: sólo así nuestros esfuerzos pueden dar fruto”.,
El último Mandamiento “ayuda a ponernos delante del desorden de nuestro corazón para dejar de vivir de forma egoísta y hacernos pobres en espíritu”, concluyó el Papa.