POR: Pbro. Xavier Hernández Martínez|PROCESO DE PASTORAL| CAMINIAR DIOCESANO
Cuántos de nosotros vivimos con la esperanza de que el año nuevo sea feliz para cada uno. Otros viven en la incertidumbre de ayuda de las autoridades que nos gobiernan como si todo dependiera de ellas. Viven sin ninguna confianza en el futuro sin poner nada de su parte para mejorar su persona y su familia. Busquemos la felicidad. Hoy es urgente que vivamos sin aparentar, amemos sin depender, escuchemos sin atacar y hablemos sin ofender.
Vivir sin aparentar, es ver las cosas como son, es vivir coherentemente, sin apariencias con un doble discurso, con una doble cara, con una doble personalidad, en la falsedad y en la hipocresía. El gran maestro Jesús de Nazaret cuyo nacimiento hemos celebrado decía: “Digan siempre sí cuando es sí, y no cuando es no, lo que digan de más, viene de satanás”. Además a los fariseos los corregía siembre de la hipocresía. Amar sin depender, es cuidar el don precioso de la libertad con la cual hemos sido creados. Para esto, Jesús enseñaba este gran principio: “La verdad nos hará libres”. Cuando amamos la verdad nos sentimos contentos sin ninguna preocupación. El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador de modo particular en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre (Esplendor de la verdad 1). La dependencia y la independencia siempre se conjugan entre sí. Existe una dependencia que impide a la persona llegar a su de desarrollo pleno y veces se llega a la esclavitud. Por otra parte la independencia es un valor si la persona va usando inteligentemente su libertad. La verdadera libertad busca el bien.
trar el arte de la escucha. Esta hermosa actitud nos libra de cometer errores. Saber escuchar es un arte porque ahí se pone la atención, el entendimiento, la razón y la educación. El que sabe escuchar no se equivoca fácilmente. Para Jesús saber escuchar era indispensable. A sus discípulos les dijo: Si no los escuchan sacúdanse el polvo en señal de protesta” (Lc 10, 11). Mucha gente tan luego que alguien comienza hablar le responde con ataques y no la deja hablar, y así la conversación se vuelve contradicción y gritos que descomponen el ambiente familiar. El atacante no sabe escuchar por está segado de soberbia, de orgullo o prepotencia de saberlo o poderlo todo. Hablar sin ofender es una regla de conducta maravillosa. Cuando se piden las cosas, o se propone algo, lo hace sensatamente y con gran humildad. La palabra humana no es para ofender sino para conversar, comunicarse, expresarse e interpelar. La palabra es por naturaleza dialógica. Cuidemos nuestras palabras pues esto nos lleva a la perfección (Santiago, 3, 2). Que en el año nuevo que comienza vivamos con coherencia, amemos con limpieza y libertad, escuchemos con humildad y hablemos sin ofender. Feliz año 2019.